La piel es el mayor órgano de nuestro cuerpo y es esencial para nuestra salud y bienestar. Actúa como una barrera protectora que nos aísla de las agresiones externas, contribuyendo a mantener íntegras las estructuras de nuestro organismo además de su importancia psicosocial como nuestra carta de presentación.

A lo largo del día nuestra piel pierde agua debido al proceso de evaporación transepidérmica. Este proceso se produce de manera natural para mantener los niveles óptimos de humedad cutánea por lo que es clave evitar que esta pérdida sea excesiva. La capa más externa de nuestra epidermis, el estrato córneo, contiene queratina y otros componentes que retienen el agua en la piel para mantenerla más elástica y flexible.

Sin embargo, debido a factores externos, climas extremos, no beber suficiente agua, el tabaco, el uso de cosméticos inadecuados y otros problemas de salud hacen que nuestra piel esté o sea más seca de lo normal.

Estructura de la piel

La piel está formada por tres capas: hipodermis, la capa más profunda donde el cuerpo almacena las reservas energéticas (la grasa); la dermis que es el componente estructural fundamental y está formada por fibras de colágeno y elastina que aportan elasticidad y resistencia y, por último, la epidermis que es donde actúan todos los productos cosméticos.

La epidermis se divide a su vez en cinco estratos (basal, espinoso, granuloso, lúcido y córneo). El estrato córneo se asemeja a una pared de ladrillos denominados queratinocitos que son células muertas unidas por un cemento intracelular que son los lípidos intracelulares (ceramidas, colesterol y ácidos grasos) y es esta capa la que los productos deben atravesar para que realicen su función. En su parte más externa, el estrato córneo está recubierto por una película llamada manto hidrolipídido o emulsión epicutánea, ligeramente ácida que protege a la piel de la proliferación bacteriana. Está compuesto por células muertas, secreciones sebáceas y sudor y, según su porcentaje de fase acuosa y oleosa, se clasifican los diferentes tipos cutáneos.   

Diferencia entre hidratación y humectación

Para garantizar que nuestra piel se mantenga saludable, suave y con un aspecto óptimo debemos proporcionarle activos que mantengan su hidratación y humectación.

Estos conceptos son clave para aportarle a la piel la nutrición necesaria y conocer la diferencia entre ambos nos ayudará a elegir los productos más adecuados a sus características y necesidades.

Cuando hablamos de hidratación nos referimos a la capacidad de absorber agua y transferirla a las células de la piel para que puedan desarrollar sus funciones. Es un proceso que se produce en las capas más profundas de la piel por lo que un producto hidratante debe tener unas buenas propiedades de penetración. Además de agua, estos productos constan de una fase grasa con aceites, siliconas o ésteres emolientes que restauran o aportan hidratación a la piel.

La humectación, en cambio, es la facultad de la piel de retener, sellar y mantener la humedad que actúa como barrera protectora de la piel. Este proceso contribuye a captar el agua del ambiente integrándola en la superficie de la piel y restaurando su manto ácido que la protege de enfermedades cutáneas y de sustancias nocivas del medio externo. Un producto humectante trata de reponer los aceites naturales de la piel que evitan que el agua se “escape” ayudando a mantener un nivel óptimo de humedad creando esa barrera de protección. Las formulaciones humectantes pueden contener en su composición glicerina, urea, ácido hialurónico o colágeno entre otros.

Piel seca y piel deshidratada: ¿Cómo saber si mi piel necesita hidratación o humectación?

Para seleccionar los productos más adecuados en cada caso es necesario conocer nuestro tipo de piel y las necesidades de la misma en ese momento.

Una de las dudas más habituales es saber si nuestra piel es seca o está deshidratada.

Cuando hablamos de piel seca nos referimos a un tipo de piel que contiene menor porcentaje de agua y que se caracteriza por presentar una frecuente sensación de tirantez, irritación, descamación e incluso picor. La textura de la piel es áspera y rugosa con falta de luminosidad. Las personas con este tipo de piel muestran con mayor rapidez la aparición de arrugas por envejecimiento prematuro. El uso de productos humectantes podría ser suficiente para una piel muy seca.

En cambio, cuando nos referimos a una piel deshidratada hablamos de un estado transitorio que puede afectar a cualquier tipo de piel -seca o grasa- y que puede corregirse con la rutina de cuidado adecuada. Las características de este estado cutáneo son similares a los de piel seca. Se aprecia una notoria falta de luminosidad, el tacto es áspero y rugoso y la piel se siente incómoda, con sensación de tirantez. Si la pellizcamos suavemente, tarda unos segundos en volver a su estado natural. Para una piel deshidratada es necesario el uso de productos hidratantes.

¿Cómo elegir el producto hidratante y humectante adecuado?

Elegir el producto más adecuado para nuestra piel puede resultar una tarea difícil si no tenemos en cuenta las características y el estado de nuestra piel. Para ello debemos recurrir a un profesional experto en el cuidado dermatológico que nos recomiende la opción más adecuada a las necesidades de nuestra piel ya que para que una crema o loción funcione, debemos tener en cuenta sus principios activos y su adaptabilidad. Por ello, la prescripción médica de activos cosméticos y la indicación dermocosmética desde la farmacia, donde se dispone de formulaciones efectivas con principios activos seguros y en concentraciones establecidas, son imprescindibles para establecer la rutina de cuidado más específica.

Actualmente existe gran variedad de productos para la piel que son capaces de hidratar y humectar al mismo tiempo ya que ambos procesos se complementan y hacen que nuestra piel se muestre más fuerte y resistente. Lo más adecuado es que una formulación hidratante combine elementos oclusivos, emolientes y humectantes que creen una capa que proteja la piel, retengan la humedad y mejoren su aspecto sin dejar una sensación pegajosa o “de pesadez”. Los mejores ingredientes hidratantes aumentan el contenido de agua y la mantienen suave y tersa. Además, si se aumentan los lípidos cementantes, se ayuda a mantener el estrato córneo y se mejora el aspecto de la deshidratación y de las finas líneas de expresión que aparecen, por ejemplo, en el rostro. Por tanto, en el momento de escoger un producto hidratante, debemos tener en cuenta que en su composición lleven alguno de los componentes que detallamos a continuación:

  • Compuestos oclusivos que impiden que se evapore el agua: manteca de karité, cera de abejas, manteca de cacao, dimeticona, etc.
  • Compuestos emolientes que suavizan y calman aportando flexibilidad y alisando la superficie de la piel: aceites vegetales de ricino, jojoba, rosa mosqueta o argán entre otros, ceramidas, siliconas, etc.
  • Compuestos humectantes que atraen humedad o vapor de agua del ambiente: glicerina, urea, ácido hialurónico, colágeno, etc.

Consejos para una piel saludable

Es imprescindible que, además de aplicar la rutina de cuidado de piel adecuada para nuestro tipo y estado cutáneo al menos una vez al día, debemos mantener una serie de hábitos saludables que contribuyan al correcto funcionamiento de nuestra piel.

  • Beber como mínimo litro y medio de agua al día, especialmente en los meses de verano.
  • Incorporar en nuestra dieta alimentos ricos en ácidos grasos como vegetales de hoja verde, frutas y cítricos, tomate, aguacate, etc.
  • Evitar el alcohol y el tabaco que favorecen el envejecimiento prematuro de la piel y la acumulación de sustancias nocivas.
  • Es necesario dormir bien, al menos ocho horas al día. La falta de descanso afecta a la producción de colágeno de la piel.
  • No abusar del sol ya que causa la pérdida de agua de nuestra piel. El uso de fotoprotector es necesario todo el año.

AUTORA

Miriam Barreiro Juncal

Farmacéutica comunitaria

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