Los cosméticos nos acompañan diariamente en nuestras vidas y desde edades muy tempranas.
Forman parte de nuestra higiene y cuidado personal, porque no solo hablamos de productos de belleza como una crema antiarrugas, una barra de labios o un maquillaje, sino que en esta categoría se engloban productos que usamos todos los días como jabones, desodorantes, dentífricos, perfumes, protectores solares ,etc.
¿Qué es un cosmético?
Un cosmético se define como toda sustancia o mezcla de ellas destinadas a ser puestas en contacto con las partes superficiales del cuerpo (piel, cabellos, uñas, labios, etc.) o con los dientes y las mucosas bucales, con el fin exclusivo o principal de limpiarlas, perfumarlas, modificar su aspecto, protegerlas, mantenerlas en buen estado o corregir los olores corporales.
La cosmetovigilancia
Sabiendo esto, piensa si alguna vez con la aplicación de un cosmético has experimentado alguna sensación rara en la zona de aplicación: picor, rojez, granitos… si es así puede que hayas sufrido una reacción adversa a ese producto cosmético. ¿Qué has hecho? Posiblemente, si el efecto ha sido moderado no hayas hecho nada, pero si tu calidad de vida se ha resentido habrás realizado una consulta a tu médico o farmacéutico para solucionarlo.
En la farmacia, como profesionales sanitarios que somos, debemos colaborar de forma activa en la detección de ese tipo de reacciones a través de la Cosmetovigilancia.
Esta “vigilancia de la cosmética” es la actividad destinada a la recogida, evaluación y seguimiento de la información sobre los efectos no deseados observados como consecuencia del uso normal o razonablemente previsible de los productos cosméticos.
La cosmética se rige por normas muy estrictas. Nuestro país es uno de los más exigentes de la Unión Europea y es la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) quien se encarga de ello, velando por la máxima seguridad de los usuarios.
La AEMPS es a la autoridad a la que debemos notificar los posibles efectos no deseados relacionados con el uso de los productos cosméticos.
Un producto cosmético, antes de salir al mercado, debe superar multitud de ensayos de seguridad, pero durante su comercialización pueden aparecer respuestas individualizadas por el uso del mismo. La mayoría son leves y transitorias como la irritación, el ardor, el enrojecimiento o el picor. Pero otras pueden ser menos leves y también frecuentes como la dermatitis de contacto irritativa, la dermatitis alérgica de contacto, el acné cosmético, la urticaria, etc. Este tipo de respuestas puede deberse, entre otros motivos, a la aplicación incorrecta del producto, a una interacción con otro cosmético, a una mala utilización o aplicación en una zona a la que no está destinado.
Cualquier cosmético puedo producir intolerancia o alergia
Debemos tener en cuenta que cualquier cosmético puede producir intolerancia o alergia. Las sustancias que provocan mayor número de reacciones o alergias son las fragancias y los conservantes. Dos cosas importantes:
- Los cosméticos naturales no tienen por qué ser más seguros.
- Los productos hipoalergénicos no garantizan al cien por cien la ausencia de riesgo de una reacción alérgica.
Cuando vayas a comprar un producto comprueba que estén correctamente etiquetados para garantizar la seguridad y protección de la salud, y que entre sus ingredientes no encuentras ninguno al que seas alérgico.
Ten precaución cuando la lista de ingredientes se encuentra solo en la caja externa, no deseches el envoltorio hasta haber aplicado el producto y descartar cualquier reacción.
¡Los farmacéuticos somos agentes activos de Cosmetovigilancia!
Y ahora ya lo sabes: los farmacéuticos somos “vigilantes activos” del medicamento y también de los productos cosméticos, y jugamos un papel clave en el seguimiento de los posibles efectos adversos y de las correspondientes notificaciones a la Agencia Española Española de Medicamentos y Productos.
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