La varicela es una de esas enfermedades que llamamos “exantemáticas” porque generan un sarpullido característico en la piel de quienes la padecen.
Es una enfermedad infecciosa causada por el virus de la varicela-zóster, de la familia herpesviridae. Primero, el virus da lugar a la varicela que produce una erupción cutánea muy característica, una vez que remite la infección, el virus queda acantonado en los nervios y puede reactivarse pasado un tiempo en forma de herpes zóster.
Un gran debut
La varicela se inicia generalmente con síntomas leves. A los dos días aparece la erupción en brotes que se caracteriza por máculas, pápulas y vesículas que están llenas de líquido y que, finalmente, se transforman en costras. Estas lesiones aparecen primero en la cara, en el tronco y en el cuero cabelludo y posteriormente se distribuyen por todo el cuerpo. Son lesiones que cursan con mucho picor.
También son habituales síntomas como: dolor de cabeza, malestar general, pérdida de apetito o vómitos.
Varicela, niños, contagios e inmunidad permanente
La varicela es una enfermedad típica en la población pediátrica. ¿Es cierto eso de que solo se puede tener una vez en la vida? El hecho de haber pasado la enfermedad confiere una inmunidad permanente. Es poco común tener la en varicela más de una vez a lo largo de la vida aunque es posible.
La varicela es muy contagiosa, que se empieza a transmitir desde dos días antes de aparezca la erupción hasta que todas las lesiones se han convertido en costras. El proceso en total dura alrededor de 8 días.
La transmisión tiene lugar de forma directa de persona a persona de tres posibles maneras:
- Por contacto con las vesículas cutáneas que albergan al virus
- A través de las gotitas de saliva que se expulsan con la tos o los estornudos
- Durante el embarazo de la madre al hijo a través de la placenta
El diagnostico de las enfermedades exantemáticas suele ser fácil
La varicela es una patología muy fácil de reconocer ya que sus lesiones son muy típicas, es muy frecuente y, salvo casos excepcionales, no necesita pruebas de laboratorio para su confirmación. Su diagnóstico es puramente clínico.
La evolución clínica es habitualmente benigna y se cura sin consecuencias.
Las complicaciones aparecen en personas de edad avanzada. La complicación más común es la sobreinfección bacteriana de las lesiones cutáneas.
El tratamiento se centra en aliviar los síntomas, en niños sanos no está indicado el tratamiento con antivirales ni en la varicela ni en herpes zóster.
- Para la fiebre y para los síntomas generales se utiliza, en general, paracetamol.
- Para aliviar el picor pueden utilizarse lociones anti pruriginosas con calamina.
Además se puede seguir una serie de recomendaciones para que se alivien las posibles molestias derivadas de la enfermedad:
- Alimentación blanda si hay lesiones bucales.
- Reposo si hay fiebre elevada o postración intensa.
- Para prevenir que puedan quedar marcas es importante evitar lesiones por rascado, se deben de mantener las uñas cortadas y limpias. El aseo diario se hará mediante un baño con jabón neutro.
- También se debe evitar la exposición al sol hasta que las lesiones hayan desaparecido por completo.
Para proteger a los más susceptibles de padecer complicaciones debe evitarse el contacto con recién nacidos, mujeres embarazadas y personas inmunodeprimidas.
La vacunación es la mejor estrategia para prevenir la gran mayoría de los casos y casi la totalidad de las formas graves. En niños vacunados la enfermedad se presente de forma más leve y con apenas lesiones y malestar.
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