La viruela humana es la primera enfermedad contagiosa erradicada de la faz de la tierra gracias a las vacunas. No se han reportado casos desde 1979. Pero el titular que corona este artículo es un poco tendencioso, ya que existen varios tipos de viruela que pueden afectar a los humanos.
Ordeñar vacas protege contra la viruela
300 millones de personas murieron por culpa de la viruela durante el siglo XX. Morían aproximadamente un tercio de las personas que se contagiaban y las que sobrevivían quedaban con marcas profundas en la piel. Hablamos de una enfermedad con terribles consecuencias para la humanidad y de la que tenemos pruebas que datan del 1157 a.C. ya que el cuerpo momificado del faraón Ramsés V de Egipto tiene marcas inequívocas de viruela.
Hay muchas historias curiosas relacionadas con las innovaciones en el campo de la farmacia, pero, sin duda, esta es una de las más curiosas.
En el sigo XVIII una mujer de origen británico llamada Lady Montagu estaba en Turquía y se dio cuenta de que las mujeres que ordeñaban vacas no contraían la viruela.
Incluso estando en contacto directo con enfermos que padecían las variedades más virulentas, ellas eran inmunes. Lady Montagu era escritora y sabía que tenía una historia entre manos, así que estuvo observando más. Se dio cuenta de que las vacas a las que cuidaban padecían una especie de viruela muy suave, de la que las mujeres se contagiaban, pero superaban sin problema, y a partir de ahí eran totalmente inmunes. Lady Montagu impregnó agujas con el pus de la viruela de las vacas e inoculó el virus a su hijo con intención de hacerlo inmune. Y lo consiguió. Y más tarde inoculó incluso a herederos de monarcas europeos. Finalmente su técnica terminó siendo rechazada.
Años más tarde, un médico británico llamado Jenner mejoró la técnica de vacunación. Y terminó por cuajarse lo que se llamó la Expedición Filantrópica de la Vacuna, en la que, gracias a 22 niños huérfanos, se inmunizó directamente a más de 500.000 personas y, de forma indirecta, millones fueron salvadas de la muerte en centroamérica.
Posteriormente la vacunación global llevó a declarar erradicada la enfermedad en 1979.
La viruela del mono ni es viruela ni es de mono
La viruela del mono no es nada nuevo. Es una enfermedad causada por un virus diferente al de la viruela, aunque con algunas similitudes estructurales. Ambos son “poxvirus” del género Orthopoxvirus. Es una enfermedad endémica en algunos países del centro de áfrica.
A la enfermedad que produce se le llama viruela, pero es una suerte de viruela leve. Se resuelve por sí misma en 2 o 4 semanas, aunque puede ser grave en niños y pacientes inmunodeprimidos. Poco que ver con la gravedad de la viruela. Y los síntomas, especialmente las marcas en la piel, también son mucho menores.
Tiene una tasa de letalidad de entre el 2 y 3%. Nada que ver con la del 33% de la viruela.
Se trata de una zoonosis. Es decir, es una enfermedad que afecta tanto a seres humanos como a algunos animales. En epidemiología a los animales que padecen una enfermedad que puede ser contagiada a humanos se les llama reservorios. Pues bien, los monos no son reservorios de la viruela de mono. Los reservorios son pequeños roedores, del tipo de las ardillas.
Se transmite cara a cara
La forma de contagiarse desde los animales no se conoce del todo. Se supone que viene por el contacto con fluidos corporales, como exudados de heridas o gotas de saliva que se propagan por la respiración. Entre humanos, para el contagio se necesita un contacto cara a cara con un enfermo durante tiempo prolongado.
Aunque se haya escuchado en diversos medios, la viruela del mono no se considera una enfermedad de transmisión sexual.
¿Por qué surge ahora una epidemia de viruela de mono?
Esta es la pregunta del millón. La viruela de mono lleva entre nosotros muchísimos años pero nunca ha sido motivo de alerta. Ahora hay un repunte de casos y parece que se debe a que la vacunación contra la viruela, la de siempre, también protegía frente a la viruela de mono en un 85% de los casos. Desde la erradicación de la viruela se ha dejado de vacunar a los niños (aproximadamente en 1980) de manera que se ha perdido esa protección del 85% frente a la viruela de mono.
Contamos con una vacuna específica para la viruela de mono, pero no es parte del calendario vacunal habitual y solo se utiliza en determinados casos.
Síntomas y signos de la viruela de mono en seres humanos
- Fiebre alta
- Dolor de cabeza que puede ser intenso
- Dolores articulares y musculares
- Inflamación de ganglios
- Cansancio generalizado
- Erupción cutánea que aparece unos días después de la fiebre. Ampollas que cursan con picor y terminan convirtiéndose en pústulas. Suele empezar en la cara y se disemina a otras zonas del cuerpo.
En la mayoría de los casos la enfermedad se resuelve por sí sola después de 2 o 4 semanas.
¿Las mascarillas detienen la viruela de mono?
Teniendo en cuenta que la forma de transmisión es a través de pequeñas gotas de saliva en la respiración, parece que lo lógico es pensar que sí, que las mascarillas correctamente utilizadas pueden evitar el contagio. De la misma manera que los hábitos de higiene también son fundamentales, entre ellos, el lavado habitual de manos con agua y jabón y la ventilación en espacios cerrados.
Estrategias frente la viruela de mono
Desgraciadamente no disponemos de un tratamiento específico contra la viruela de mono. La estrategia pasa por tratar los síntomas y trabajar en la prevención con buenos hábitos de higiene.
La viruela de mono no se trata con antibióticos. Esto es importante recalcarlo.
Si bien, la viruela se puede complicar con infecciones secundarias causadas por bacterias, frente a las cuales el médico si puede instaurar un tratamiento con antibióticos.
¿Es hora de asustarnos?
En los tiempos que corren aventurarse a decir que si o que no de forma rotunda no parece buena idea. Con los datos de los que disponemos no parece que la viruela de mono vaya a poner en jaque a la sociedad como lo hizo el COVID, ni por sus síntomas, ni por la facilidad de transmisión ni por su pronóstico. Con todo, vale la pena mantener la precaución y los buenos hábitos de higiene tanto de manos como de superficies, especialmente si estamos en contacto con algún enfermo.
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