Las enfermedades autoinmunes toman muchas formas diferentes, aunque la base es casi siempre muy similar.

Nuestro sistema inmunológico tiene como obsesión buscar células a las que atacar. Claro que esto de obsesión es una manera de hablar, una que nos ayuda a entender el proceso. Pues eso, que nuestro sistema busca células externas para atacarlas, destruirlas y así proteger al organismo de amenazas externas. ¿Cómo sabe el sistema inmunológico qué células atacar y qué células no? Esta es una gran pregunta. Una cuestión que lleva estudiándose muchos años. Hoy sabemos la respuesta con bastante detalle, pero explicarlo, además de ser bastante complicado, no nos aportaría mucho en este contexto. Pero vamos a dar una explicación simplificada. 

Todas las células de nuestro cuerpo tienen en la superficie unas proteínas que conforman el Complejo Mayor de Histocompatibilidad. Esta combinación de proteínas es propia de cada persona, de manera que cuando las células del sistema inmunológico encuentran una célula sin este complejo de proteínas la atacan. Desgraciadamente existen diferentes patologías en las que este sistema de detección de posibles agresores falla. Nuestro sistema inmune detecta como extrañas células de tejidos propios y acabamos con serios problemas provocados por fuego amigo. En función de qué tejido o qué tipo de células se detecten como extrañas, la patología será una u otra.

Cuando el objetivo son los receptores que tienen los músculos para recibir los impulsos nerviosos procedentes del sistema nervioso central nos encontramos con la miastenia gravis.

Cuando hay carreteras, pero no hay estaciones

Existen otras enfermedades en las que el sistema inmunológico ataca los nervios por los que se transmiten los impulsos nerviosos. Pero este no es el caso. Aquí lo que se daña es el receptor, la zona de llegada de la información. Como si la información viajase en un autobús pero no hubiese estación de llegada. De esa manera, el estímulo que llega es menor del esperado y esto termina por generar la falta de fuerza característica de esta patología. Esto hace que los síntomas sean diferentes de los de otras patologías autoinmunes.

Principales características de la miastenia gravis

  • Se produce debilidad grave en la fuerza de contracción, no hay sensación de cansancio ni fatiga muscular.
  • Empeora cuando se hace actividad física.
  • Tiende a mejorar con el reposo.
  • La debilidad puede variar mucho a lo largo del día y ser muy diferente de un día para otro.

La miastenia puede aparecer de diferentes formas, ya que puede afectar a cualquier grupo de músculos de movimiento voluntario. Sin embargo, dada su clínica, se divide en dos tipos.

  • Miastenia gravis ocular. Como su nombre indica afecta fundamentalmente a los músculos de los ojos, tanto a los párpados como a los músculos extraoculares, que son seis músculos responsables del movimiento ocular.  
  • Miastenia gravis generalizada. Aunque, como decíamos, puede aparecer en cualquier grupo muscular, es habitual en los músculos bulbares, responsables de la masticación, lo que también dificulta la capacidad para articular palabras con normalidad y la capacidad para tragar provocando disfagia. También suele afectar a músculos respiratorios y a grupos musculares de brazos y piernas.

La miastenia gravis puede aparecer en cualquier persona a cualquier edad, aunque se han detectado dos picos de incidencia: en mujeres de 20 a 40 años y en hombres de más de 80.

Evolución y pronóstico

En la actualidad, las personas que padecen miastenia y están correctamente diagnosticadas logran una importante mejoría, lo que les permite llevar una vida prácticamente normal. Disponemos de diferentes tratamientos:

  • Para mejorar los síntomas.
  • Dirigido a enlentecer la evolución de la enfermedad.
  • Tratamiento inmunosupresor
  • Tratamiento quirúrgico (la extirpación del Timo).

Son pacientes inmunodeprimidos

En cualquier caso, la enfermedad siempre tiene carácter crónico, y los pacientes pasan a estar inmunodeprimidos para controlarla.

Estos pacientes tienen un alto riesgo de infección que además puede agravar los síntomas de la miastenia. Por esto se les recomienda que se vacunen anualmente con la vacuna antigripal y antineumocócica.

Algunos antibióticos pueden provocar crisis miasténicas y estos pacientes deben utilizarse con precaución. Aunque los médicos deben tener esto en cuenta antes de prescribirlos es bueno que los pacientes que padecen miastenia los conozcan. Son:

  • Algunos antibióticos: fluoroquinolonas, clindamicina, vancomicina, telitromicina o aminoglucósidos.
  • Algunos depresores del sistema nervioso central: como las benzodiacepinas.
  • Anticonvulsivantes: como la fenitoína o la gabapentina.
  • Estatinas: estos medicamentos para el colesterol merecen especial mención porque su uso puede enmascarar una miastenia latente o agravar una miastenia que ya existe debido a que pueden causar problemas musculares.

La miastenia gravis es la patología más frecuente de la transmisión neuromuscular. Según la Sociedad Española de Neurología, cada año se diagnostican alrededor de 700 nuevos casos en España. 

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