Conocida también como eritema infeccioso, megaloeritema o quinta enfermedad, es una infección viral de distribución mundial que es muy común en la infancia y altamente contagiosa. Esta es causada por el parvovirus B19, suele presentarse en niños de entre 5 y 15 años, y generalmente es leve, con un período de recuperación que varía entre una y tres semanas.

En adultos, sin embargo, la infección puede ser más grave. Además existen ciertos grupos de riesgo, como son las mujeres embarazadas, personas con sistemas inmunológicos comprometidos o con condiciones como anemia falciforme, drepanocitosis o anemia hemolítica, que pueden experimentar complicaciones serias.

Síntomas característicos

La enfermedad puede ser asintomática en muchos casos. Cuando se manifiestan síntomas, estos suelen aparecer entre 4 y 14 días después del contacto con el virus y los signos más comunes incluyen fiebre baja, malestar general, secreción nasal, dolor de cabeza y molestias musculares.

Uno de los síntomas más característicos es un eritema facial rojizo, que da la impresión de mejillas «abofeteadas» y que puede extenderse como un sarpullido al tronco, brazos, glúteos y extremidades. Este eritema suele durar entre 5 y 10 días, aunque ciertos factores como la exposición al sol, el calor, el ejercicio físico o el estrés pueden intensificarlo o prolongarlo.

En adolescentes, adultos y niños mayores de 10 años, es menos frecuente observar este sarpullido característico. En su lugar, los síntomas suelen centrarse en dolor e inflamación articular.

Transmisión de la enfermedad y medidas de prevención

El parvovirus B19, responsable de la enfermedad, es exclusivo de los humanos. Se transmite principalmente por vía respiratoria, al inhalar pequeñas gotículas expulsadas por una persona infectada al toser, estornudar o hablar, así como a través del contacto directo mano-boca o por la sangre de una persona infectada. La fase de incubación es el periodo de mayor riesgo de contagio; una vez superada, el riesgo de transmisión se reduce considerablemente.

Aunque el contagio puede producirse en cualquier época del año, los brotes son más comunes durante la primavera y se observan especialmente en entornos escolares.

Para reducir el riesgo de contagio, se recomienda seguir estas prácticas sencillas y transmitírselas a los más pequeños de la casa:

  • Lavarse las manos con frecuencia.
  • Cubrirse la boca y la nariz con el antebrazo al toser o estornudar.
  • Evitar compartir alimentos y bebidas.
  • Limpiar y desinfectar superficies regularmente.

Diagnóstico y tratamiento

En la mayoría de los casos, la enfermedad es leve y se resuelve por sí sola en un plazo de una a tres semanas sin necesidad de tratamiento antiviral específico. Es suficiente con reposo, ingesta abundante de líquidos y, si es necesario, el facultativo puede prescribir el uso de los medicamentos que considere como por ejemplo para el picor o analgésicos y antiinflamatorios para controlar el dolor, malestar y la fiebre.

Sin embargo, en personas con anemia, mujeres embarazadas o pacientes con sistemas inmunológicos debilitados, puede ser necesario un tratamiento más específico, e incluso la hospitalización en los casos más graves.

Algunas claves

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