Aunque el alcohol es una droga socialmente aceptada en nuestra cultura, es recomendable moderar su consumo como parte de un estilo de vida saludable. Hay que recordar que el consumo de alcohol en menores debe ser cero al igual que en el embarazo y que la combinación de medicamentos y alcohol está contraindicada por las interacciones que presentan.

En primer lugar, hay que tener claro que, como decimos, el alcohol es una droga con bastante aceptación social, pero no debemos olvidar que es una sustancia con acción depresora sobre el sistema nervioso central, tras su ingestión en pocos minutos alcanza el cerebro y produce sus efectos más conocidos: euforia, desinhibición, relajación, somnolencia…

El alcohol es un tóxico que, a través de la sangre, se distribuye por el organismo por lo que se pueden producir importantes y múltiples problemas relacionados con su consumo: problemas hepáticos, insuficiencia cardiaca, úlcera de estómago, trastornos de ansiedad… Estas alteraciones varían en función de la cantidad y de la frecuencia del consumo.

Es importante evitar el consumo de bebidas alcohólicas si se está a tratamiento farmacológico. El alcohol se metaboliza en el hígado, al igual que un gran número de fármacos, por lo tanto el consumo de alcohol puede modificar el efecto de los fármacos al alterar su metabolismo. Esta interacción depende de la frecuencia del consumo: un consumo ocasional puede inhibir enzimas hepáticas de manera que se reduce el metabolismo del medicamento, pudiendo prolongar su actividad y por tanto aumentando la probabilidad de sufrir efectos adversos. Si el consumo de alcohol es crónico, se produce una inducción de enzimas hepáticas, disminuyendo la actividad de ciertos medicamentos. También puede suceder que el medicamento potencie el efecto tóxico del alcohol.

Algunos medicamentos pueden producir el llamado efecto Antabus, medicamento empleado en la deshabituación al alcohol que inhibe el metabolismo del alcohol y desencadena náuseas, vómitos, rubefacción, sudoración o taquicardias,…

Ejemplo de interacciones entre medicamentos y alcohol:

Ansiolíticos + alcohol: mayor riesgo de aparición de efectos depresores del Sistema Nervioso Central (sedación, somnolencia,…)

Paracetamol + alcohol: aumento de la toxicidad a nivel del hígado

Codeína +alcohol: puede producir depresión respiratoria

AINEs (ej.: ibuprofeno, diclofenaco, ácido acetilsalicílico…)+ alcohol: mayor riesgo de aparición de efectos lesivos sobre la mucosa gástrica.

Anticoagulantes + alcohol: posible incremento del riesgo de sangrado

Antihistamínicos + alcohol: mayor riesgo de aparición de efectos depresores del Sistema Nervioso Central (sedación, somnolencia…)

En definitiva, mezclar alcohol con medicamentos nos pone en riesgo de sufrir reacciones adversas, seriamente perjudiciales para nuestra salud. Ante ello, el mejor remedio que podemos poner es la sensatez. Evitemos beber alcohol si estamos tomando un medicamento.
Para saber más sobre estas interacciones, el farmacéutico es el profesional de referencia, que nos puede dar toda la información que necesitemos.r dapibus leo.