El ictus es una de esas enfermedades que nos han acompañado desde siempre y que hoy en día sigue suponiendo un enorme desafío para la humanidad. Conocer sus síntomas tempranos te permitirá actuar con rapidez y evitar muchas de sus posibles consecuencias.

Ictus, una patología con historia

El ictus es la primera causa de discapacidad por daño cerebral adquirido en la edad adulta y una de las primeras causas de muerte en los países desarrollados. Pero esto no es nuevo. Hipócrates de Cos lo describió como un “golpe súbito” producido por un desequilibrio en los cuatro humores de nuestro cuerpo: sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla. Hay que recordar que Hipócrates vivió entre el 460 y el 370 a.C.

Hoy sabemos muchas más cosas sobre lo que en aquel entonces llamaban “apoplejía” y hoy denominamos ictus.

Aunque la explicación del desequilibrio de los humores hoy no tiene sentido científico es muy interesante que Hipócrates describiese la enfermedad como un “golpe súbito”.

¿Qué es el ictus?

La sangre lleva oxígeno y nutrientes a todas las células del cuerpo. Unos tejidos son más demandantes que otros. El cerebro, que es el que ahora mismo nos ocupa, es altamente demandante, especialmente de oxígeno, y cuando falta por algún motivo las células empiezan a morir rápidamente. Y esto es justo lo que ocurre cuando se produce un ictus.

El ictus es una enfermedad que se produce por la interrupción o disminución brusca del flujo sanguíneo en alguna zona del cerebro.

Esto hace que la sangre no llegue a la zona del cerebro afectada y tampoco los nutrientes y el oxígeno que transporta. En muy poco tiempo las células del cerebro comienzan a sufrir, dejan de funcionar y terminan muriendo. Los síntomas y signos van a depender del tiempo que dure la interrupción del flujo de sangre y del área cerebral afectada. Las lesiones pueden ser permanentes y dejar secuelas importantes.

El ictus es una dolencia que puede aparecer en cualquier momento de la vida, aunque es más habitual a partir de los 55 años. Existen una serie de factores de riesgo que aumentan las probabilidades de sufrir un ictus:

  • Hipertensión arterial
  • Colesterol elevado
  • Obesidad
  • Diabetes
  • Sedentarismo
  • Tabaquismo
  • Consumo habitual de alcohol
  • Estrés
  • Edad

Se estima que un 80% de los ictus se pueden evitar siguiendo hábitos de vida saludables como no fumar, evitar tomar alcohol en grandes cantidades, tener una alimentación variada y equilibrada, realizar actividad física de forma regular y controlar los factores que aumenten el riesgo cardiovascular.

Las 3+2 señales de alerta

Una persona que sufre un ictus necesita ayuda médica urgente.

El dolor es un mecanismo de alerta de nuestro cuerpo que nos avisa cuando hay algún problema. Pero no siempre funciona bien tanto por exceso como por defecto. El ictus no suele presentar dolor y esto hace que en demasiadas ocasiones no actuemos con la rapidez necesaria. Una persona que sufre un ictus necesita ayuda médica urgente.

La clave para una rápida intervención conocer e identificar las 3+2 señales de alarma que son:

  • Dificultad en el habla. Especialmente cuando es repentina.
  • Parálisis de un lado de la cara. Se detecta como una asimetría facial o parece que un lado de la cara se “ha caído”.
  • Pérdida de fuerza en un brazo o pierna. A veces esta pérdida de fuerza va asociada a un hormigueo en la mitad del cuerpo. 

El +2 lo ponemos para comentar la visión borrosa de un ojo y, en ocasiones, un fuerte y repentino dolor de cabeza pueden ser consideradas como señales de alerta pero de ningún modo debemos esperar a que aparezcan para pedir ayuda.

Las claves en el manejo del ictus

Se trata de una enfermedad compleja y con muchas ramas y flecos. Su manejo es difícil y, por supuesto, multifactorial pero nos gustaría resaltar tres claves:

Por un lado, la prevención: de la que ya hablamos. Mantener un estilo de vida saludable puede prevenir el 80% de los casos de ictus.

En segundo lugar, la atención temprana.

Por cada minuto que se tarde en tratar un ictus se pierden dos millones de neuronas.

Esto es una media, claro, pero representa muy bien la importancia de ser rápido ante las señales de alarma. La atención médica en el primer momento consiste en administrar fármacos específicos para lograr que se restablezca una irrigación correcta del cerebro y monitorizar las constantes vitales del paciente y posteriormente puede implicar cirugías de diferentes tipos. No nos cansamos de repetir que la velocidad a la que se instaura este tratamiento es clave en el pronóstico de la enfermedad y en las posibles secuelas.

Por último, los recursos necesarios para la rehabilitación y, en su caso, la ayuda de los pacientes afectados. El ictus es una enfermedad con un impacto económico enorme. Tanto por los gastos sanitarios como los sociales. Se calcula un gasto de cerca de 30.000 euros por persona afectada y año, y aún así en muchos casos, este presupuesto se quedará corto.

Por todo esto es tan importante que todos conozcamos las 3+2 señales de alerta y, ante cualquier de ellas acudamos a urgencias lo más rápido posible. 

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