Tal vez hayas oído hablar muchas veces de la diabetes. Lo más importante, lo que todo el mundo debe saber, es que se trata de una enfermedad crónica con complicaciones graves a medio y largo plazo que se pueden retrasar, e incluso evitar, si se hace un diagnóstico precoz y se toman las medidas adecuadas.

Orina dulce y diabetes

La forma de vida occidental y los hábitos poco saludables están provocando una verdadera epidemia de diabetes en nuestros días, pero se trata de una patología que acompaña a la humanidad desde hace miles de años. 

En el papiro de Ebers, escrito en Egipto en el año 1500 a.C, se habla de enfermos que adelgazan, tienen hambre continuamente, que orinan en abundancia y se sienten atormentados por una enorme sed. Sin duda es una referencia a la diabetes. También sabemos que, unos mil años mas tarde, en la India se conocía la enfermedad y se describe que la orina de estos pacientes resultaba pegajosa, que olía a miel y que era tremendamente atrayente para hormigas y moscas. 

El nombre diabetes aparece referido a la enfermedad en escritos del siglo II. Proviene del griego, curiosamente de la palabra “traspasa”. En aquel entonces relacionaron la diabetes con el hecho de que determinados pacientes bebían agua y necesitaban orinar a los pocos minutos. Por eso parecía que el agua les “traspasaba”. 

Así que, aunque está claro que la prevalencia y las complicaciones de la enfermedad se ven agravadas por un estilo de vida sedentario y las malas costumbres alimentarias, la diabetes no es una enfermedad nueva.

Qué es la diabetes

La diabetes es un conjunto de enfermedades crónicas que se caracterizan porque los niveles de azúcar en la sangre están elevados y esto tiene consecuencias a corto, medio y largo plazo. La concentración de azúcar en sangre se llama “glucemia”. El azúcar es una fuente fundamental de energía para el organismo. No es la única, pero es la más importante. Lo obtenemos de la dieta. Cuando ingerimos cualquier alimento de él obtenemos sus nutrientes: proteínas, grasas, vitaminas, minerales y también, por supuesto, azúcares. 

Después de la digestión el azúcar llega a la sangre y de ahí va a todos los tejidos del cuerpo. Se va a utilizar en las células para obtener la energía que les permite realizar sus funciones. Pero para poder usarlo el azúcar tiene que entrar dentro de las células y para eso es necesaria una hormona que se llama… sí, lo has adivinado, la INSULINA.

Al principio, se pensó que el origen estaba en el funcionamiento de los riñones, y más tarde se pensó que era una enfermedad de la sangre, pero hoy sabemos que la insulina es la verdadera protagonista de la diabetes. Como curiosidad, a los científicos que descubrieron la relación entre la insulina y la diabetes y que se podía usar insulina de origen animal para tratarla les dieron el Premio Novel de medicina en 1923. Vendieron sus estudios a la Universidad de Toronto por el precio simbólico de 1 euro, para así compartir sus hallazgos con el mundo de forma altruista. 

No la curamos, pero podemos tratarla

Diferenciamos 3 tipos de diabetes, la tipo 1, la tipo 2 y la gestacional.

  • Diabetes tipo 1: Constituye entre el 5 y el 10% de los casos. El páncreas de estos pacientes no segrega insulina. Suele llamarse diabetes insulinodependiente porque su tratamiento siempre incluye insulina.
  • Diabetes tipo 2: Se debe a que, aunque existe y se secreta insulina, por algún motivo no funciona como debería. Puede ser porque hay una alteración en su composición, porque los tejidos desarrollan resistencia o porque se secreta menos de la necesaria. El tratamiento es muy variable y puede incluir antidiabéticos oral y/o diferentes tipos de insulinas.
  • Diabetes gestacional: Aparece durante el embarazo. Es similar a la diabetes tipo 2, pero en muchos casos, el organismo vuelve a la normalidad tras el parto. Aun así, estas pacientes tienen mayor riesgo de desarrollar una diabetes tipo 2 a lo largo de su vida.

El objetivo del tratamiento en la diabetes es evitar las complicaciones a corto, medio y largo plazo y eso solo se consigue manteniendo unos niveles de azúcar en sangre adecuados. En función del tipo de diabetes, y de las características de cada paciente, la estrategia terapéutica se establece de forma personalizada y requiere un seguimiento y ajustes periódicos a lo largo del tiempo.

En en definitiva, lo que todos debemos saber que la diabetes aparece cuando la insulina, por la razón que sea, no hace su trabajo y el objetivo del tratamiento es mantener controlado el nivel de concentración de azúcar en la sangre para evitar complicaciones a corto, medio y largo plazo.

Y si la insulina no funciona ¿qué?

La consecuencia directa es que, sin insulina, las células no son capaces de captar el azúcar de la sangre y esto hace que, por un lado, las células no puedan generar la energía que necesitan y, por otro, que el azúcar se acumule en la sangre, manteniéndose a concentraciones elevadas durante mucho tiempo. Y este es el gran, gran problema de la diabetes.

A corto plazo, una hiperglucemia puntual puede producir mareos, desmayos e incluso inducir un coma. A medio y largo plazo, el azúcar en la sangre tiene un efecto tóxico ya que empieza a reaccionar en los diferentes tejidos, dañándolos. Son especialmente sensibles y se dañan con especial facilidad los ojos, los riñones, la piel, los nervios y el cerebro. Y también tiene un efecto terrible sobre el colesterol, aumentando drásticamente el riesgo de padecer un evento cardiovascular.

Señales de alerta

La diabetes tiene una prevalencia muy alta. En torno al 8% de la población adulta en España padece diabetes, pero de ellos, la mitad no lo saben. Más o menos 2 millones de Españoles padecen diabetes y no lo saben. Y, como decíamos antes, la diabetes tiene unas complicaciones a largo plazo que pueden mermar mucho la calidad de vida. El diagnóstico precoz y tomar medidas eficaces para controlar la glucemia lo antes posible retrasa e incluso evita la aparición de muchas de estas complicaciones.

En cualquier análisis de sangre rutinario el médico verá tus niveles de azúcar en sangre y otros parámetros como la hemoglobina glicosilada, que pueden hacerle ver que tienen algún problema en la gestión del azúcar. Pero a parte de eso es importante conocer las señales de alerta que te pueden hacer sospechar que padeces diabetes. Señales de alerta como estas:

  • Tener mucha sed y un aumento en la micción.
  • Estar todo el día muy cansado y con poca energía.
  • Perder peso sin explicación evidente.
  • Aparición de visión borrosa transitoria.
  • Curación lenta de heridas y padecer infecciones frecuentes.
  • Hormigueo y pérdida de sensibilidad en manos y pies.
  • Inflamación de las encías.

Si sufres varios de estos síntomas de forma habitual, habla con tu médico. Con un sencillo análisis de sangre podrá descartar la diabetes o tomar las medidas adecuadas.

Si tienes cualquier duda acerca de la diabetes, de sus complicaciones a medio y largo plazo, de cómo se detecta, o de cómo es su tratamiento, recuerda que tienes una enorme red de farmacias en toda España a la que acudir. Estaremos encantados de ayudarte, que para eso estamos.

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