Ser padre es una de las mayores aventuras de la vida, sobre todo cuando se es primerizo. Nuestros hijos, cuando solo son niños, requieren atención a todas horas. ¿Por qué llora?, ¿tendrá hambre?, ¿necesita que le cambien el pañal?, ¿tendrá calor…? 

Son muchas las preguntas que un progenitor se hace durante los primeros años al cuidado de su bebé. Pero los nervios arraigados a la paternidad van en aumento cuando algo afecta a la salud del niño. Uno de los problemas más habituales es la dermatitis atópica, una enfermedad cutánea crónica y recurrente que afecta aproximadamente a un 20% de los niños en alguna etapa de su vida.

La piel es el órgano más grande del cuerpo. Su misión principal es ejercer la función de barrera ante bacterias y virus del exterior. También frente a sustancias capaces de irritarla. Permite, además, mantener la humedad en el interior y regular la temperatura corporal. Asimismo percibe la presión y el dolor.

La dermatitis atópica es una enfermedad crónica inflamatoria que precisamente se caracteriza porque se altera la estructura de la piel y con ello su función de barrera.

Esta alteración de las diferentes capas contribuye a una mayor pérdida de agua a través de la piel, que se seca y se irrita, lo que favorece la aparición de grietas aumentando la penetración de sustancias irritantes (que desencadenan inflamación) y de microbios (que pueden producir infecciones).

Es un trastorno que cursa por brotes, episodios en los que aparece irritación, prurito intenso y aumenta el riesgo de sobreinfección, que se alternan con temporadas en las que la enfermedad parece remitir. Se manifiesta a cualquier edad aunque es mucho más frecuente en los niños.

Se suele iniciar a partir de las 6-8 semanas de vida y aproximadamente en el 60% de los casos se inicia en el primer año de vida.

Por otro lado, la aparición de dermatitis atópica no tiene un desencadenante claro. En su aparición intervienen factores inmunológicos, genéticos, ambientales y fisiológicos (la propia disfunción de la piel). En la mayoría de los niños la dermatitis atópica mejora o se resuelve con la edad. El sexo femenino, la edad temprana de aparición, los antecedentes familiares o cuando coexisten asma o rinitis alérgica suelen hacer que la evolución de la enfermedad sea de mayor duración.

SIGNOS Y SÍNTOMAS PRINCIPALES

Las lesiones cutáneas pueden extenderse por grandes superficies del cuerpo aunque la distribución es específica para la edad.

En bebés y lactantes suelen afectar a las mejillas, cuello, cuero cabelludo, tronco y extremidades. En niños mayores las lesiones ocurren en las flexuras de codos y rodillas, cuello y zona de los pliegues de la nariz y alrededor de la boca.

El signo característico de la dermatitis atópica es el prurito que puede llevar a un rascado incontrolable que empeora el problema: como la piel está seca y pica, el niño se rasca, al rascarse se irrita la piel porque la función de barrera se altera y aumenta el picor y se produce más rascado lo que deriva en otras complicaciones: el engrosamiento de la piel, eccema y en algunos casos sobreinfección de las lesiones. Esto produce una gran irritabilidad en los niños llegando incluso a alterar el descanso nocturno.

¿QUÉ PUEDO HACER SI MI HIJO PADECE DERMATITIS ATÓPICA?

La piel atópica necesita tres cosas: hidratación, emoliencia y respeto. El objetivo de este cuidado es evitar que aparezca el brote o al menos retrasarlo todo lo posible.

Es fundamental utilizar productos indicados para la piel atópica, tanto durante como entre los brotes. La deshidratación es el problema de base de la enfermedad. Es necesario completar la rutina de cuidado de la piel con una crema emoliente. Estas cremas ayudan a la piel a mantener su función de barrera y a no perder por evaporación la hidratación de las capas más profundas. Se deben aplicar al menos dos veces al día, sobre todo tras el baño.

La piel atópica debe tratarse con respeto, evitando agredirla.

Debe usarse un gel de ducha con una base lavante suave, si es posible un “sindet” que limpia sin detergente, e incluso es buena idea que el gel sea sobregraso para aportar más lípidos a la piel. La piel atópica debe protegerse del sol con protectores solares de factores altos y de filtros físicos y reponerlos cada una o dos horas. El objetivo de este cuidado es evitar que aparezca el brote o al menos retrasarlo todo lo posible.

Cuando aparece un brote, contamos con tratamiento farmacológico que debe ser prescrito por un médico, en ocasiones el tratamiento también se instaura como preventivo para lograr un mejor control de la enfermedad. Las opciones disponibles son diversas desde medicamentos tópicos u orales que se combinan con productos que aporten hidratación y emoliencia.

Los tratamientos con medicamentos no sustituyen la necesidad de un adecuado cuidado de la piel.

Pero la mejor manera de combatir la dermatitis atópica de nuestros hijos es mediante la prevención de sus factores de riesgo. Ahí es donde entramos en juego los padres ya que el cuidado de la piel atópica debe formar parte de la rutina diaria.

Comprensión y tranquilidad ante la dermatitis

Es importante que los padres nos informemos y entendamos en qué consiste la dermatitis atópica. Esto nos permitirá afrontar la enfermedad con tranquilidad, sin nervios, y mejorar la calidad de vida de nuestro hijo. Debemos darnos cuenta de que no existe una cura milagrosa e interiorizar que los síntomas mejoran con la edad y que las molestias pueden reducirse gracias a unos cuidados adecuados.

Es muy importante el tratamiento precoz de los brotes, ya que si se reacciona de forma rápida la evolución es mucho mejor.

CAMBIAR LOS HÁBITOS DE ASEO

En los brotes es recomendable un baño corto al día, con agua templada (el baño alivia el picor, hidrata y permite limpiar exudados y posibles costras).

Los productos para la higiene serán del tipo “sindet” y sobregrasos, debemos usar jabones específicos, preferentemente de avena o con un PH ácido (5,5-6). A la hora de secar a nuestro hijo, es mejor palmear suavemente la piel con una toalla de algodón en lugar de frotarla. Después, aplicar una crema emoliente para retener la humedad cutánea.

EVITAR QUE EL NIÑO EMPEORE AL RASCARSE

Prestaremos especial atención a las uñas de nuestros hijos. Debemos mantenerlas cortas para reducir el riesgo de que el niño se haga heridas por el rascado.

Los tejidos de algodón, nuestros mejores aliados

Los padres eliminaremos del armario toda la ropa cuyos tejidos sean irritantes.

A la hora de elegir la ropa del niño, lo mejor es optar por el algodón o el lino porque estos materiales facilitan la transpiración.

Las prendas no deben ser apretadas. Otro buen consejo es cortar las etiquetas que puedan provocar roces con la piel. Llegado el momento de lavar la vestimenta y la ropa de cama, es recomendable el empleo de jabón no detergente o de detergentes suaves. Desecharemos los suavizantes y utilizaremos agua caliente. Si el niño todavía lleva pañales, se los cambiaremos con frecuencia.

CREAR UN AMBIENTE APROPIADO

Los factores ambientales son uno de los detonantes de la piel atópica. Es por ello que podemos adecuar nuestra vivienda para que no se agraven los síntomas del niño. Deben evitarse los ambientes excesivamente secos. Ni frío ni calor, intentaremos mantener la casa a una temperatura de entre 20 y 22 grados. Si hay calefacción, debemos humidificar las estancias en las que vaya a permanecer nuestro hijo. También es recomendable retirar cualquier cosa que pueda retener los ácaros: muebles tapizados, peluches, alfombras, ropa de cama con plumas y colchones de lana. Es conveniente ventilar las habitaciones por lo menos un cuarto de hora.

NUEVE CONSEJOS PARA CUIDAR LA PIEL DE UN NIÑO ATÓPICO

Es mejor prevenir la aparición de los molestos brotes provocados en la piel por la dermatitis atópica que combatirlos. Se puede mejorar el estado de la piel con los siguientes consejos.

1

Baños o duchas de corta duración y con agua templada.
2

Uso de limpiadores sin jabón.
3

Palmear la piel con la toalla para secarse.
4

Hidratar con emolientes tras la ducha o baño sobre la piel húmeda
5

Uñas cortas y aseadas.
6

Cambiar los pañales con frecuencia.
7

Usar ropa de algodón o lino.
8

Evitar ambientes secos y temperaturas extremas.
9

Crear un ambiente libre de ácaros

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