Existen enfermedades cuyas repercusiones van más allá del plano físico. Una de ellas es, sin duda, la incontinencia urinaria: una afección poco diagnosticada y tratada, de la que solo uno de cada tres pacientes informa a su médico.

Pero ¿por qué se habla tan poco de este problema? En primer lugar, porque existe una tendencia a asumir la incontinencia urinaria como algo ligado al envejecimiento que afecta a buena parte de la población mayor. Por este motivo, son muchos los pacientes que lo aceptan como algo propio e inevitable, y no dan parte de ella en la consulta médica.

Además de esto, la incontinencia urinaria tiene un profundo impacto psicológico en quien la padece, que se refleja en una falta de autoestima derivada de la pérdida de autonomía y autoconfianza. Pero esto no es todo: la IU también suele ocasionar otros trastornos, como ansiedad, alteración del sueño, depresión o estrés.

Aparte de estos aspectos, de por sí importantes, esta enfermedad está ligada a un mayor riesgo de exclusión social, ya que las personas que la sufren suelen verse obligadas a reducir el número de salidas del hogar, los viajes en transporte público o las excursiones en grupo. Este cambio de hábitos hace que los contactos sociales del paciente disminuyan a medida que la enfermedad se agrava y que, por lo tanto, aumente su aislamiento.

No obstante, no debemos olvidar que, como la mayoría de dolencias, la incontinencia también acarrea una serie de problemas a nivel físico. Entre ellos están un mayor riesgo de infecciones urinarias, disfunción sexual o la aparición de lesiones cutáneas provocadas por el roce de los absorbentes.

Por estos motivos, actualmente, la incontinencia urinaria se considera la tercera afección que más merma la calidad de vida de los españoles y españolas, por delante de otras de mayor gravedad.

INCONTINENCIA URINARIA: QUÉ ES, QUÉ TIPOS HAY Y QUÉ LA CAUSA

La incontinencia urinaria es, básicamente, una pérdida involuntaria de orina que afecta mayoritariamente a mujeres mayores (aunque, a partir de los 80 años, la frecuencia tiende a igualarse entre ambos sexos), y que cuenta con cinco variantes: incontinencia urinaria de esfuerzo, de urgencia, mixta, por rebosamiento y transitoria o reversible.

La incontinencia urinaria de esfuerzo (IUE) se produce, como su propio nombre indica, debido a un esfuerzo físico. Es decir: al toser, reír, estornudar, cargar peso, etc. Este tipo de incontinencia se suele dar en mujeres menores de 60 años, y sus factores de riesgo están casi siempre ligados al parto (multiparidad, parto vaginal, uso de fórceps, recién nacido grande…).

La incontinencia urinaria de urgencia (IUU) se caracteriza por una necesidad de orinar inminente, ligada a la sensación de urgencia o inmediatamente después, que provoca un aumento de la frecuencia diurna y nocturna. Aunque la pueden padecer mujeres jóvenes, afecta principalmente a mujeres posmenopáusicas. Cuando se da una combinación de estos dos tipos de incontinencia (IUE e IUU), decimos que se da una incontinencia urinaria mixta (IUM).

Por último, también existen la incontinencia urinaria por rebosamiento (que se manifiesta como un goteo o pequeñas pérdidas asociadas al vaciado incompleto de la vejiga) y la incontinencia urinaria transitoria o reversible. Esta última se produce aunque el paciente conserve la funcionalidad del tracto inferior urinario, y suele estar ligada a otros problemas, como infecciones, uso de fármacos, enfermedades psiquiátricas, etc.

Además de esto, existen una serie de patologías que pueden favorecer la aparición de la incontinencia urinaria. Las más importantes son la diabetes mellitus, la obesidad o la hiperplasia prostática, así como algunas enfermedades neurológicas (deterioro cognitivo, demencia, enfermedad de Parkinson, etc.).

Por otro lado, los antecedentes ginecológicos son también factores importantísimos para el desarrollo de la incontinencia urinaria. De entre ellos, los más influyentes son la ya mencionada multiparidad (haber tenido más de un parto), la debilidad en el suelo pélvico o haber tenido intervenciones quirúrgicas, como la histerectomía.

HAY REMEDIO PARA LA INCONTINENCIA

Existen una serie de medidas que podemos adoptar para mejorar nuestra calidad de vida, e incluso para evitar la aparición o el agravamiento de la incontinencia urinaria.

Las más importantes son, quizá, aquellas que se centran en aspectos de nuestra higiene personal y de nuestra dieta (evitar las sustancias excitantes, como el café, el té o las bebidas energéticas; reducir la toma de líquidos por la tarde; consumir alimentos ricos en fibra; mantenerse activo físicamente; o usar ropa cómoda con sistemas de apertura y cierre sencillos).

En cuanto a las medidas paliativas, se recomienda reducir las barreras arquitectónicas que nos impiden llegar fácilmente al retrete; disponer de asideros para ser más autónomo; o, si es necesario, tener una cuña a mano. Además, el empleo de absorbentes es muy aconsejable, especialmente en aquellos casos pendientes de un tratamiento definitivo, como acompañamiento a este tratamiento o como opción a largo plazo cuando ya se han empleado todos los tratamientos posibles. No obstante, no debemos olvidar que su uso requiere algunos cuidados extra, como limpiar correctamente la zona con cada cambio; aplicar cremas de barrera en caso de irritación; y evitar que el absorbente quede muy apretado.

Existen también tratamientos farmacológicos y quirúrgicos que pueden ayudarnos a restablecer nuestra frecuencia urinaria. No obstante, antes de optar por esta vía, se recomienda seguir una serie de prácticas diarias que pueden sernos de gran utilidad. Entre estas prácticas destacan los ejercicios del suelo pélvico, cada vez más conocidos, y el reentrenamiento vesical para mejorar el control de la vejiga y reducir la urgencia de vaciarla.

Si el paciente cuenta con un cuidador o una cuidadora, algunas de las medidas que estos pueden adoptar para evitar las pérdidas son la anticipación a la micción y las micciones programadas.

En cualquier caso, lo más recomendable es siempre acudir a la consulta médica para que el especialista pueda estudiar nuestro caso de manera individualizada y recomendarnos las medidas más adecuadas.